Jardín de selenita / Selenite Garden, Arte contemporáneo que une a México y Japón
Kiyoshi TAKAHASHI (1925-1994), Carlos NAKATANI (1934-2004), Sukemitsu KAMINAGA (1939-2000), Kiyoto OTA (1948), Kunio IEZUMI, Masafumi HOSUMI (1961), Himiko TAKASAWA, Hiroyuki OKUMURA (1963), Yuko SASAI, Kyoko MIKAMI (1966), SAKO (1968), Ichiro IRIE (1969), Terumi MORIYAMA (1969), Miho HAGINO (1970), Taro ZORRILLA (1980), Yuriko ROJAS MORIYAMA (1981), Natsumi BABA (1983), Kodai KITA (1985) , Taiyo MIYAKE (1986)
Jardín de selenita / 水晶の庭 / Selenite Garden
Arte contemporáneo que une a México y Japón
Jardín de selenita integra obras de 17 artistas japoneses y mexicanos con ascendencia japonesa nacidos entre 1934 y 1986, cuyo trasfondo cultural es México y Japón.
A lo largo de la historia, el intercambio cultural y artístico entre ambos países ha sido fructífero. En el ámbito del arte moderno y contemporáneo mexicano-japonés, el momento clave fue la exposición Gran México (1955), que se presentó en el Museo Nacional de Tokio y que conmemoraba el Convenio de Cooperación Cultural México-Japón, firmado en 1954.
Aquella exhibición causó un enorme impacto en la escena del arte japonés y motivó a varios artistas a realizar estancias en México: Taro Okamoto (1911-1996), Kōjin Toneyama (1921-1994) y On Kawara (1932-2014), entre otros. De igual manera, creadores mexicanos, como Luis Nishizawa (1918-2014), motivados por la convivencia con autores visitantes japoneses, realizaron sus estancias en Japón. El intercambio artístico continúa hasta la actualidad, por ejemplo los mexicanos Manuel Rocha (1963-), Gabriel Orozco (1962-) y Héctor Falcón (1973-) han trabajado y producido en Japón; en tanto, no pocos artistas japoneses vienen a México para enriquecer su formación en las artes plásticas y visuales.
Sin embargo, aun con el incremento del intercambio cultural en los presentes años, es de mucha falta la comprensión respecto a las diferencias en los fundamentos artísticos entre ambos culturas. Tras ahondar en el conocimiento de las culturas mexicana y japonesa, respectivamente, fue posible esclarecer los objetivos creativos que incentivaron a los artistas japoneses que residieron o residen en México, así como de los artistas nikkei (mexicanos con ascendencia japonesa). Es en ese contexto que Jardín de selenita cobra pertinencia sobre estos dos tipos de artistas.
Si bien los artistas japoneses en México exploran con gran dinámica la sutil sensibilidad cultivada en Japón, ello no les impide cuestionar su identidad japonesa, a la par que indagan el encuentro con la cultura mexicana y su raigambre católica. En las obras de los artistas nikkei se puede apreciar cómo se cuestionan y expresan, por medio de metáforas, el tema de la identidad y la pertenencia ya que ellos portan en su interior el Japón irresoluto, aun cuando su lugar de origen y residencia es México.
A través de las obras que integran Jardín de selenita se perciben dos idearios: la sensibilidad a la naturaleza y la veneración a la otredad. Al asumir estos conceptos fundamentales, los creadores mantienen distancia de las simples reproducciones de los impactos visuales, estereotipos, códigos e iconos de México y Japón. Su trabajo es el resultado de reflexiones constantes que interiorizan a partir de la biculturalidad, lo cual contribuye a que continúen desarrollando silenciosamente su creatividad, como si fueran selenitas, aquellos cristales transparentes que reproducen su belleza en el interior de cuevas subterráneas.
Miho Hagino
Curadora
Arte contemporáneo que une a México y Japón
Jardín de selenita integra obras de 17 artistas japoneses y mexicanos con ascendencia japonesa nacidos entre 1934 y 1986, cuyo trasfondo cultural es México y Japón.
A lo largo de la historia, el intercambio cultural y artístico entre ambos países ha sido fructífero. En el ámbito del arte moderno y contemporáneo mexicano-japonés, el momento clave fue la exposición Gran México (1955), que se presentó en el Museo Nacional de Tokio y que conmemoraba el Convenio de Cooperación Cultural México-Japón, firmado en 1954.
Aquella exhibición causó un enorme impacto en la escena del arte japonés y motivó a varios artistas a realizar estancias en México: Taro Okamoto (1911-1996), Kōjin Toneyama (1921-1994) y On Kawara (1932-2014), entre otros. De igual manera, creadores mexicanos, como Luis Nishizawa (1918-2014), motivados por la convivencia con autores visitantes japoneses, realizaron sus estancias en Japón. El intercambio artístico continúa hasta la actualidad, por ejemplo los mexicanos Manuel Rocha (1963-), Gabriel Orozco (1962-) y Héctor Falcón (1973-) han trabajado y producido en Japón; en tanto, no pocos artistas japoneses vienen a México para enriquecer su formación en las artes plásticas y visuales.
Sin embargo, aun con el incremento del intercambio cultural en los presentes años, es de mucha falta la comprensión respecto a las diferencias en los fundamentos artísticos entre ambos culturas. Tras ahondar en el conocimiento de las culturas mexicana y japonesa, respectivamente, fue posible esclarecer los objetivos creativos que incentivaron a los artistas japoneses que residieron o residen en México, así como de los artistas nikkei (mexicanos con ascendencia japonesa). Es en ese contexto que Jardín de selenita cobra pertinencia sobre estos dos tipos de artistas.
Si bien los artistas japoneses en México exploran con gran dinámica la sutil sensibilidad cultivada en Japón, ello no les impide cuestionar su identidad japonesa, a la par que indagan el encuentro con la cultura mexicana y su raigambre católica. En las obras de los artistas nikkei se puede apreciar cómo se cuestionan y expresan, por medio de metáforas, el tema de la identidad y la pertenencia ya que ellos portan en su interior el Japón irresoluto, aun cuando su lugar de origen y residencia es México.
A través de las obras que integran Jardín de selenita se perciben dos idearios: la sensibilidad a la naturaleza y la veneración a la otredad. Al asumir estos conceptos fundamentales, los creadores mantienen distancia de las simples reproducciones de los impactos visuales, estereotipos, códigos e iconos de México y Japón. Su trabajo es el resultado de reflexiones constantes que interiorizan a partir de la biculturalidad, lo cual contribuye a que continúen desarrollando silenciosamente su creatividad, como si fueran selenitas, aquellos cristales transparentes que reproducen su belleza en el interior de cuevas subterráneas.
Miho Hagino
Curadora
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